La influencia de Plauto, el autor de la obra ?Anfitrión? que se representa hasta hoy en el Festival de Mérida, ha sido notable en la literatura, en la filosofía y hasta en muchas de las actuales series de televisión, que reproducen y adaptan los esquemas cómicos que creó el autor latino. Así lo constataron ayer los dos conferenciantes que participaron en la tercera jornada del ?Encuentro con los clásicos?, César Chaparro, catedrático de la Universidad de Extremadura, y Benjamín García, de la Universidad Autónoma de Madrid.
?Plauto es el punto de unión de todo cuanto hasta ese momento había subido a la escena: Aristófanes, Menandro, teatro rústico latino?Todo ello aderezado con los ingredientes de la originalidad y de la plasticidad cómica y enfocado a un único y claro objetivo: hacer reír?, sostiene Chaparro.
Y para conseguir la risa del público, Plauto ?utiliza todo lo que tiene a su alcance: la caracterización de los personajes, la creación de palabras, máximas o refranes, la elaboración de metáforas, las asociaciones basadas en las formas y en el contenido, la acumulación expresiva, la ruptura de la cuarta pared, la introducción de otras lenguas, la parodia de costumbres y manifestaciones sociales y religiosas, la exageración de los gestos??.
Para Benjamín García, ?Anfitrión es la comedia de Plauto más trascendente en la historia literaria de Occidente?. Fue presentada por su autor, a principios del siglo II a. C., como una tragicomedia: un drama de argumento trágico que se desarrolla en clave cómica. Ese nombre mixto de tragicomedia tendrá fortuna en el Renacimiento desde la Celestina o Tragicomedia de Calisto y Melibea.
Entre las numerosas imitaciones y recreaciones que ha tenido el tema de Anfitrión, este catedrático destaca las que con el mismo título compusieron Molière (1668), Heinrich von Kleist (1807) y Jean Giraudoux (1929) o las dos españolas de hace poco más de tres lustros, obras de Alfonso Sastre (1995) y José Luis Alonso de Santos (1996). La de Sastre con el título Los dioses y los cuernos.
Pero la trascendencia más sorprendente de la tragicomedia plautina tiene lugar en el campo filosófico, y su influencia en Descartes, el padre de la filosofía moderna, que se inspira en este drama antiguo en el que se plantean las cuestiones de la identidad del individuo y de la verdad en un mundo de engaño.