Desde muy joven acaricié la idea de escribir sobre Séneca. Es un personaje conocido –no demasiado, quizá sólo supuesto– como moralista, como filósofo, como dramaturgo. Pero su actividad política, no reducida a la formación de Nerón, suele quedar, acaso con intención, en la sombra. Las contradicciones que se dan entre la obra y la actitud de Séneca son tan graves que no podían dejar de atraer a un autor de teatro. Porque él es, al mismo tiempo, protagonista y antagonista de su vida.
En una época cuya decadencia, cuya corrupción general, cuya sensación de agotamiento, la hacen tan semejante a la nuestra, hay un hombre de Córdoba –el más romano de todos los estoicos y el más estoico de todos los romanos– que personifica las tentaciones que el poder plantea a la ética, y el contagio con que la amoralidad asalta a la virtud.
Antonio Gala
Antonio Gala escribió hace 30 años esta obra para el teatro que hoy he trabajado en una nueva dramaturgia. Nuevos textos se suman hoy procedentes de la obra de Séneca, del poemario de Gala, de la Historia. Una obra que indaga en la corrupción endémica del poder y presenta unos personajes que se debaten por sobrevivir, con diferentes armas, en esa ciénaga. Ocurrió en el siglo primero en Roma, pero nos resulta lacerantemente actual.
Emilio Hernández