LA LARGA NOCHE DE MEDEA
La historia de Medea comienza donde acaba “Las hijas de Pelias”. Medea, hechicera, maga, descendiente del sol, después de traicionar a su padre y a su raza ayudando al aventurero griego Jasón a conquistar el Vellocino de Oro, asesina a su hermano y su cuerpo descuartizado es esparcido por toda la Colquida para impedir la persecución del padre.
Jasón y Medea llegan a Tesalia, donde es rey el tío de Jasón llamado Pelías, que ha usurpado la corona que por ascendencia correspondía a Jasón. Medea determina librarse de Pelias para castigar a sus hijas, que se han burlado de ella por su condición de mujer bárbara y primitiva y recuperar el poder de Jasón. Medea posee el secreto de devolver el vigor vital a los viejos. Persuade a las hijas de Pelias para que le permitan aplicar sus artes mágicas a su anciano padre y el resultado es que éste perece en terribles tormentos, quedando implicadas las hijas en el terrible asesinato.
Medea ha triunfado una vez más, pero ha ensombrecido la existencia de Jasón, que termina odiándola. Medea no es sólo bárbara, es también una mujer, y se lanza a esa perenne guerra que libran el hombre y la mujer. Una mujer salvaje más, que los civilizados han disfrutado para luego abandonarla desde que el mundo es mundo. Para Medea no puede brotar la justicia, sino una enloquecedora venganza. Comienza pues, la larga noche de Medea.
Miguel Narros
MEDEA EN EL BALLET NACIONAL
Es una de las obras maestras del ballet español de las últimas décadas. Pocas coreografías han sabido fundir con tanto acierto danza de tanta calidad para contar con semejante precisión el mito de Medea que Séneca nos ha legado. Granero, Sanlúcar y Narros realizaron este genial ballet que se estrenó en 1984. Las notas de Manolo Sanlúcar se enriquecen del genio coreográfico de José Granero: por ellas se deslizan los largos brazos de Medea, se retuerce cuando elabora su maleficio y recrea su pasión destructora por Jasón. El gran baile español nos transmite aquí a lo grande una de las historias eternas del teatro universal que, con la honda expresión del sentir flamenco, se desvela todavía más sobrecogedora.
Cristina Marinero