La Orestíada es una obra clave para el conocimiento de nosotros mismos y por lo tanto del comportamiento del ser humano.
Lo sabían muy bien Shakespeare o Freud por citar solo dos nombres de los miles, miles y miles que se han servido de esta obra maestra del teatro para sus propios trabajos. ¿Podría existir Hamlet sin Orestes? El pensamiento clásico es de tal actualidad que da la sensación que el progreso técnico hubiese adelantado secularmente al progreso espiritual que parece no poder superar el pensamiento griego. Y La Orestíada es su compendio.
La fuerza arrasadora del pasado (AGAMENÓN) cae sobre el presente (Coéforas / ORESTES) le moviliza, determina las conductas y les hace actuar. Y por primera vez el poder autocrático se transforma en la primera acción de la democracia (Euménides / LA DEMOCRACIA).
La Orestíada es un escaparate profundo y riquísimo de nuestra conducta. Ante nuestros ojos desnuda el mundo individual (rencor, pasión, vanidad, celos, venganza, ansias de poder, desequilibrio emocional, lealtad, venganza, delitos, remordimientos, desesperanza, el miedo inocencia, madurez, reflexión, humillación, etc.) y el mundo colectivo (abuso del poder, las mentiras publicas, la fuerza armada, los golpes de estado ocultos, la superstición y la divinidad, el poder aparente del pueblo, la manipulación del mismo, la máscara de la democracia adulterada).
Y sobre todo la justicia, la justicia injusta… la justicia manipulada por las manos de intereses espurios. Revisar una y otra vez La Orestíada es la mejor manera de encontrase con uno mismo e intentar comprender este absurdo mundo que nos rodea y las razones que nos han traído hasta aquí. Quizá así podamos no repetir tal cúmulo de errores.
En este caso a través del castellano de un dramaturgo pero especialmente de un poeta: Luis García Montero, que ha elevado todo ese caudal de erudición a un hecho teatral apasionante y dinámico de un lirismo inigualable.
José Carlos Plaza