Eurípides escribe sobre el mito de Hipólito en dos ocasiones. En la primera, Hipólito Velado, escandaliza a los espectadores atenienses con una propuesta muy sensual y sexual, en la que Fedra no oculta su deseo por Hipólito, su hijastro, y este se cubre la cara con un velo avergonzado por las palabras de su madrastra. Posteriormente, y estimulado por el éxito de su contemporáneo Sófocles con su Fedra, reescribe Hipólito, así, a secas, una propuesta mucho más taimada y acorde con el gusto de la época.
Hipólito es un clásico contemporáneo, cuya lectura es radicalmente interesante hoy. El enfrentamiento entre el amor que siente Fedra por Hipólito la llevará al suicidio empujada por la intolerancia de Hipólito y por el qué dirán. La derrota de una mujer avergonzada por amar, frente a la intolerancia de un hombre que dice que “ojalá os muráis todas” las mujeres, expresa con claridad la lucha hombre mujer, en la que la mujer pelea siempre en desventaja. El sentido común lo pone la nodriza, mujer que representa el amor incondicional, y que se sitúa a las antípodas de esas diosas a las que la felicidad de sus hijos e hijas les importa mucho menos que la disputa que mantienen entre ellas por demostrar quién de las dos es más poderosa.
En nuestra propuesta la carga trágica recae en Fedra. No puede no amar a Hipólito. Asume su error trágico, y se quita la vida. Un repaso a los títulos de las dramaturgias de Esquilo, Sófocles y Eurípides nos llevará a la conclusión de que todos son, o héroes/heroínas colectivos (Persas, Troyanas…), o individuales (Edipo, Medea…). La versión que escribimos a cuatro manos Isidro Timón y yo se inspira en las dos composiciones de Eurípides, la fracasada y la exitosa, teniendo en cuenta la Fedra de Sófocles y racionalizando la relación pasional, emocional y sexual, entre un hombre y una mujer que, más allá de la relación social, madrastra-hijastro, eran dos jóvenes de edades similares. Siempre desde el inmenso respeto que inspira un autor que ha sido capaz de sobrevivir al tiempo con tanta frescura.
Emilio del Valle