El Misántropo reivindica el derecho a ser huraño por naturaleza y lo lleva hasta el extremo por convicción. Para él, retirarse al campo, alejándose del mundanal ruido de la ciudad, es la única opción para poder llevar la vida que se adapta a su carácter ermitaño. No necesita nada más para vivir que lo que la naturaleza le ofrece con su trabajo. En esta versión se convierte en alguien que vive en el campo y que defiende lo ecológico, lo sostenible y que aboga por una vida austera. Este entorno rural se ve sacudido por la llegada de unos urbanitas con posibles que han construido un hotel ecológico que ofrece retiros espirituales para los acaudalados que necesitan desestresarse de la ciudad durante los fines de semana. Esto saca de quicio a nuestro protagonista que no tolera la invasión de su espacio, ni comparte la ideología impostada de estos personajes. Vive con él su hija, al que el autor ha bautizado como La Muchacha, quien ha crecido en ese recogimiento. Pero la chica está en edad de conocer otros mundos y anhela la diversión y los placeres que la ciudad puede ofrecerle. En esta versión este personaje tomará las riendas de su devenir argumental.
La trama gira en torno a ella y es el único personaje de la función que no tiene nombre. Se encargará de romper la cuarta pared para contarle al público la situación de la mujer en la Grecia clásica y exigirá tener un nombre. Contará para ello con la colaboración del dios Pan, quien a su vez, es el encargado de presentarle a Sóstrato, el hijo de la propietaria del hotel rural, que se enamora perdidamente de la hija del Misántropo… Y ahí empieza la comedia.