Esta De Sheherazade empieza cuando termina el cuento de las Mil y una noches. En el relato pagesiano el personaje asume la invención para transformar el mundo. La vocación transmutadora no nace de una formalidad estética sino de la convicción ética. Ante la perspectiva de la muerte, esta mujer, que es todas las mujeres, elige la vida. Rompiendo la inmutabilidad de la providencia, decide construirla desde la transmutación del destino.
La narración no acaba como la tradición lo cuenta. Poderosamente flamenco, este relato quiere restituir el principio femenino y asumirlo como parte fundamental de la naturaleza humana. Sheherazade, referencia de la mujer en devenir, usa la palabra para conquistar el tiempo, que es la mejor forma de habitar el espacio. Esta dialéctica emocional le sirve para ocupar un mundo que necesita reconocer su feminidad. Sabe que la vida no puede seguir secuestrada para siempre por las emociones y los miedos masculinos, metaforizados en el instinto de Chahriar.
De Sheherazade recoge las inquietudes de una mujer que se libra de la muerte contando historias a un hombre mordido por la incertidumbre. Su dominio del relato le permite recuperar su destino. Con la palabra, por consiguiente, consigue salvar a la humanidad de una extinción segura. No hay otro heroísmo en este acto que la defensa de la mujer como un eslabón insustituible de la vida.